José Luis Melero «A contracorriente se vive siempre de forma muy divertida» ANTÓN CASTRO Heraldo de Aragón, 23 noviembre 2021
¿Qué quiere decir pasión por los libros, qué tiene de desbordada? A los libros les he dedicado la vida entera. Para buscarlos por librerías, rastros y almonedas, para leerlos, para archivarlos y clasificarlos con esmero, para escribir sobre ellos… Nada, salvo mi familia y que el Zaragoza gane la Champions, he querido y deseado más. Dice que no quiere presumir de número de libros, pero todos saben que tiene una enorme biblioteca. ¿Son todos para leer o hay cosas que se tienen por fetichismo, afición o coquetería? No se debe presumir nunca del número de libros que uno tiene porque eso no significa nada. Hay bibliotecas de 40.000 volúmenes que uno abandonaría en una escombrera, y bibliotecas maravillosas de 5.000 ejemplares. ¿Con qué nos quedamos? Lo único que importa es que uno tenga los libros que quiere leer, aunque no pueda leerlos todos. Y sí, pese a toda lógica, uno también tiene libros por fetichismo o coquetería, porque los libros, además de su valor en sí mismos como transmisores de conocimiento, son también un oscuro objeto de deseo. ¿En que sería distinto este volumen, el más extenso, a los otros? Creo que me ha salido más aragonés, con más temas aragoneses tal vez que los anteriores. Siempre he escrito mucho sobre Aragón, pero ahora que me hago mayor cada día me gusta más escribir de lo que no escribe casi nadie y de lo que no está de moda. A contracorriente se vive siempre de forma muy divertida. Imagine cuando tengo que explicar ante mis amigos escritores que me gusta la jota aragonesa, el cine de Florián Rey, reunirme con peñistas del Zaragoza o coleccionar alfarería popular aragonesa. Explíquenos esa afición a los raros, olvidados y sepultados de la historia. ¿Qué anda buscando y qué le complace? Los escritores conocidos e importantes ya están en el canon y en los manuales. La gracia está en escudriñar las covachuelas donde habitan los raros y olvidados, porque estos pobres no tienen a nadie que les diga «levantaos y andad». Me gusta descubrir autores poco conocidos que muchas veces no son peores que otros que lograron gran nombradía. Andrés Trapiello lo hizo con Chaves Nogales. Aunque esto no ocurre siempre. Habitualmente, los escritores olvidados se han ganado a pulso el olvido. Este volumen quizá sea el que tiene más artículos, a modo de pequeña serie, dedicados a un autor: García Mercadal, Lorca... Fue un ejemplo perfecto de amor a las cosas de Aragón pese a haber vivido gran parte de su vida en Madrid. Cuando editó revistas y colecciones nunca faltaba en ellas un buen número de escritores aragoneses. Estuvo siempre pendiente de su tierra y a él se debe haber podido comprar el archivo de Palafox para Zaragoza. Él mismo adelantó de su bolsillo la señal que hubo que dejar al librero para que reservara ese archivo hasta que el Ayuntamiento de nuestra ciudad decidiera su compra. Y a la vez editaba a Pérez de Ayala, a Baroja, a Azorín, a Eugenio Noel… ¿Por qué esa fascinación por Lorca? Porque Lorca produce una atracción fatal, y cuando uno se enreda en él ya no puede desengancharse fácilmente. He viajado a Nueva York y a Granada para seguir su pista, he buscado sus libros con fervor… Y hace poco dejé escapar uno dedicado por él. Merezco una reprobación pública por ello. Habla bastante también de generaciones. ¿Qué relación tuvo el 98 con Aragón? El que más relación tuvo con Aragón fue Azorín, que hasta se casó con una aragonesa, Julia Guinda, de Undués-Pintano. Azorín recuperó a José María Matheu y escribió mucho sobre temas y autores aragoneses, hasta el punto de que a Luis Horno Liria le dio para escribir un libro entero sobre ello. ¿Y los demás? Tuvieron una relación mucho más superficial. Baroja trató de ser diputado por Fraga y Unamuno visitó Jaca y San Juan de la Peña y escribió un artículo sobre el monasterio que se publicaría en su libro ‘Paisajes del alma’. Manuel Machado publicó un poema religioso, ‘El Pilar de la Victoria’... Semana a semana, ¿está redactando en HERALDO ‘la novela’ de un intelectual o de un lector? Pues podría ser. Trapiello llama a sus diarios «una novela en marcha», y estos textos míos son como un diario en el que aparecen mis «lecturas y pasiones». Estaría bien que fuera así, porque solo los novelistas obtienen el favor del público y consiguen muchos lectores. Me encantaría tener tantos como Mendoza o Aramburu, pero me parece que de momento mejor que espere sentado.
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