Prólogo

José Luis Melero

De la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis

Hijo Predilecto de Zaragoza

Exconsejero del Real Zaragoza

 

 

A las personas las definen y caracterizan las decisiones que toman. El que Paco Giménez haya decidido dedicarle un libro al Club Deportivo Gallur -y no por ejemplo al Madrid o al Manchester City, como habrían hecho aquellos que saben cómo cimentar sólidamente sus carreras- explica muy bien cuál es su forma de estar en el mundo. Paco es zaragocista y del Gallur, y esta elección marca para siempre. Ya no se le abrirán muchas puertas principales, ya no lo llamarán para las tertulias y los debates de máxima audiencia, ya estará condenado in aeternum a convertirse en un periodista deportivo “de provincias”, como despectivamente nos llamaban a los que habitábamos orgullosamente la periferia. Pero Paco Giménez sabía muy bien que esa elección es la cabal en un aragonés (ser del Zaragoza -o del Huesca o del Teruel- y del equipo de tu pueblo), que lo natural es estar con los tuyos y no con los de fuera, que es propio de gentes de buen corazón preferir a los humildes antes que a los poderosos, y que es bueno practicar lo que muchos aprendimos desde niños gracias a nuestros mayores: que con la familia, es decir con tu equipo, se está siempre, “hasta en la indignidad”, como decía aquel gran presidente del Zaragoza que fue Cesáreo Alierta. Escribir un libro sobre el CD Gallur, del que un periodista como Paco Giménez no va a obtener ningún rédito, ni material ni desde luego intelectual, es el mejor ejemplo de estar con los tuyos sin otro afán que el de sentirse de verdad a su lado, es el último gesto romántico de alguien que hubiera podido dedicar esos cientos de horas de trabajo a otros menesteres de los que habría obtenido mucho más provecho. Por eso, Gallur y el CD Gallur deben valorar especialmente ese gesto de amor, tan poco frecuente en estos tiempos, que ese gran periodista que es Paco Giménez ha tenido con ellos.

El 6 de mayo de 1923 el CD Gallur disputó su primer partido. Fue contra la Sección Atlética del Fuenclara, de Zaragoza, que desplazó a su segundo equipo en tren para jugar en Gallur, en el campo de la era de Mariano. Dio la noticia del partido El Noticiero y vencieron los visitantes por 0-1. Sólo hacía un año que se había creado la Federación Aragonesa de Fútbol presidida por José María Muniesa, que sería asesinado al comienzo de la guerra civil. Así pues, se cumple este año el centenario del equipo gallurano, razón por la que Paco Giménez decidió escribir este libro: para contar la historia del fútbol en Gallur, y de paso la historia de Gallur, con el fútbol como pretexto, durante estos últimos cien años.

Cientos de horas de trabajo ha invertido Paco Giménez en este libro, decíamos, y no exageramos. Su labor de documentación ha sido extraordinaria, indagando en archivos y hemerotecas, recogiendo decenas y decenas de testimonios orales, estudiando la sociedad, la economía y la política de la época, y utilizando en buena medida su propia colección (muy importante, pues desde niño fue ya guardando y acumulando información) y la de su padre, Honorio Giménez Heredia, tan importante en la génesis y desarrollo de este libro que aspira a perpetuar la historia de un club y una villa tan singulares.

No hace falta explicar las muchas dificultades con las que se ha encontrado Giménez para poder reconstruir y redefinir la historia del CD Gallur. Quienes podían informar de los primeros años del equipo habían muerto hace tiempo y sólo por tradición oral podía reconstruirse la historia de los orígenes del club. Muchas de las viejas fotografías que hubieran podido ilustrar esos años habían desaparecido, la documentación era escasa y al gran puzzle gallurano le faltaban un buen número de piezas. Pero nada arredró a Giménez, nada le intimidó. Preguntó a unos y otros, rebuscó por allí y por allá, y al final ha conseguido que cuadre ese maravilloso rompecabezas.

         El libro sigue, como es natural, el orden cronológico. Comienza con la fundación del club (gracias al tesón de dos hermanos, Tomás y Pablo Espuny Gómez), y termina en nuestros días. Repasa los momentos más importantes en la historia del equipo: los años cincuenta, en los que compitió seis temporadas en Tercera División (la más alta categoría a la que ha llegado en sus cien años de vida), cuando Gallur tuvo un desarrollo excepcional y llegó a los 4.300 habitantes censados; y el año 1975, cuando el CD Gallur ascendió a Regional Preferente -creada por entonces y que venía a equivaler a la antigua Tercera-, en la que permanecería tres temporadas. Cuenta cómo se desplazaban el equipo y la afición (en un camión adaptado con bancos de tablas en el que podían viajar 30 o 40 personas); su cambio de nombre en el verano de 1927, en el que pasó a llamarse Imperia Olimpic Club Gallur, denominación que se mantuvo hasta 1935 en el que la cambió por la de Athletic Club Gallur; su primer gran partido en casa, que disputó frente al Borja del mítico portero Pepe Nogués (que jugaría en el Barcelona y en la selección) el 12 de junio de 1927; o el último partido que jugó antes de la Guerra Civil, también contra el Borja, el 1 de julio de 1936, y que ganó por 3-2 el equipo gallurano. Ese iba a ser su último partido importante durante más de una década. Temporada por temporada, Giménez va desgranando la historia del CD Gallur en un ejercicio de erudición tan insólito como apabullante.

Paco Giménez nos ofrece en su libro un montón de curiosidades: la construcción en 1951 de la primera bancada de madera a lo largo de todo el perímetro del campo de San Antonio, vulgo “Las Cañas”, para que los aficionados que quisiesen pudieran ver los partidos sentados; aquel primer médico, Aurelio Gómez Serrano, que no quiso cobrar nada por hacer el reconocimiento a los jugadores; la primera vez que el Real Zaragoza fue a jugar a Gallur, el 13 de junio de 1954; el debut del CD Gallur en Tercera División, que fue en Zaragoza, en el campo de Las Delicias, frente al Amistad; el partido contra el Celta de Zaragoza (cuya estrella era José Luis García Traid) en el campo de Torrero, el único partido que ganó a domicilio (1-2) en aquella primera temporada en Tercera; el partido amistoso que la Real Sociedad fue a jugar a Gallur en junio de 1955; los balones que caían en “la huesera” (como se llamaba en el pueblo a la fosa común) cuando se jugaba al fútbol en la trasera del cementerio; el partido internacional que el CD Gallur jugó en el campo de San Antonio/Las Cañas, en febrero de 1956, contra el SpVgg Fürth Nuremberg alemán; el 4-0 que el Gallur le endosó al Zaragoza que entrenaba Jacinto Quincoces y el 5-0 con el que despachó al Numancia de Soria; la inauguración del nuevo campo de Espuny en octubre de 1957; su retirada de la competición en 1960 por problemas económicos y su sustitución en la Tercera División por el Numancia; cómo se construyó el nuevo campo de La Chula, en 1964, y poco más tarde el del Camino del Autobús, el de la Era de Cerillas, el de la Era de Gordete o de La Plancha, el campo Borobia y el Municipal, que ya a partir de 1973 disfrutó de césped natural; el precio que hubo de pagar el equipo porque su portero tuvo la ocurrencia de blasfemar durante la celebración de un partido (y que no desvelo para que ustedes lo descubran al leerlo); cómo en los descansos de los partidos en las tardes de otoño e invierno se les daba a los jugadores carajillos para combatir el frío; el primer partido del CD Gallur femenino, en junio de 1971; la presencia en Gallur, en febrero de 1974, de Felipe Ocampos y Saturnino Arrúa, que no jugaron pero viajaron con el Zaragoza; el partido en diciembre de 1975, en la liga de Regional Preferente, contra el Deportivo Aragón, en el que jugaban nada menos que cinco futbolistas que llegarían a Primera con el Zaragoza: Barrachina, Benedé, Víctor Muñoz, Crespo y el portero Sabino Zubeldia; la visita del Atlético de Madrid al Municipal de Gallur en junio de 1976; el 11-0 al Fraga en mayo de 1977; la nueva presencia de Arrúa en Gallur (que esta vez sí jugó y metió un gol) y del entrenador del Zaragoza Vujadin Boskov (que poco después anunciaría su fichaje por el Real Madrid), en abril de 1979; o la última posibilidad de ascender a Tercera en 1990 en una eliminatoria contra el Biescas, al que el Gallur ganó 4-1 en el partido de ida, siendo derrotado por cinco goles a cero en la vuelta.

Y también uno se encuentra en el libro con notables sorpresas, como la de tener noticia de los cinco bombardeos que sufrió Gallur durante la Guerra Civil, siendo el más cruento el que tuvo lugar el 23 de noviembre de 1937, en el que murieron 14 personas y otras 28 resultaron heridas; o el descubrir que dos de los hijos de Bonifacio García Menéndez, (don Boni lo llamaban al parecer en Gallur, según nos cuenta Paco Giménez) fueron directivos del CD Gallur. García Menéndez fue administrador-gerente de la azucarera de Gallur, pero fue también un reconocido e influyente publicista y escritor -publicó algunos libros muy conocidos en su momento como El control (obreros y empresas) (1932), La posada de las almas (1955) o Cartas a mis lares, que vio la luz en 1963, dos años después de la muerte de su autor, con prólogo de Pablo Cistué de Castro-, apasionado costista, republicano y seguidor de Lerroux y gran defensor del campo aragonés. Otras sorpresas son saber que quien sería el portero del Zaragoza de los Magníficos, Enrique Yarza (el ídolo de mi infancia, de quien siempre tuve su fotografía en mi habitación), jugó con el Arenas en el campo de Las Cañas; que Conrado Matamala, el exfutbolista del Zaragoza de los 40, a quien conocí en el Marly, su famoso bar de fritos en la Gran Vía zaragozana, fue entrenador del CD Gallur a principios de los años 50, con un sueldo de quinientas pesetas mensuales, y el técnico que ascendió al club a Tercera División en la temporada 53-54; que Rafa Mayoral, nacido en Villamayor, que jugaría con el Zaragoza en Primera División, formó parte de aquel equipo del CD Gallur que logró el ascenso a Tercera, lo mismo que el utebano Saturnino-Manuel Sánchez Guillén, Camolo I, cedido por el Arenas, que también llegaría a jugar con el primer equipo de Aragón; que el árbitro Adolfo Bueno, el primer árbitro español que obtuvo la escarapela FIFA, aquel que en 1969 fue herido en San Mamés por el lanzamiento desde la grada de una manzana que le impactó de lleno en un ojo y le produjo un desprendimiento de retina por el que tuvo que ser operado, era un gallurano de adopción, pues a Gallur llegó con 18 años para trabajar en las oficinas del ferrocarril Sádaba-Gallur y en Gallur se casó con la gallurana Celia Cardona Clavero; que en diciembre de 1955 jugó en Las Cañas con el Amistad Rosendo Hernández, exzaragocista, internacional con España en el Mundial de Brasil y futuro entrenador del Zaragoza; que el padre del exjugador del Zaragoza, exseleccionador de Bélgica y actual seleccionador de Portugal, Roberto Martínez, fue jugador del Gallur; que el portero del CD Gallur, Carlos Hontiyuelo, conocido como “el fontanero” porque esa era su profesión, se casó con una gallurana y era cuñado de Manolo Sanchís padre y tío de Manolo Sanchís Hontiyuelo, el capitán de la ‘Quinta del Buitre’; que la Agrupación de Veteranos del Real Zaragoza fue a jugar al campo de La Plancha en agosto de 1967, con Julio Bernad como capitán, y el Deportivo Aragón al campo Borobia un año más tarde, con Javier Ruiz de Lazcano, ‘Chirri’, como gran figura; que Félix Pérez Aguerri jugó en el Gallur, cedido por el Zaragoza, en la temporada 74-75, la del ascenso a Regional Preferente; que Julián Abinzano, compañero de carrera de mi mujer, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, profesor de secundaria y futuro director provincial del Ministerio de Educación y Ciencia en Zaragoza, jugó también en el Gallur esa misma temporada del ascenso a Preferente; que José Luis Rico, el gran lateral derecho de los Zaraguayos (que también vivió la etapa final de los Magníficos), el que conserva la camiseta con la que jugó Pelé en La Romareda, entrenó al CD Gallur durante parte de la temporada 77-78; que el gallurano Daniel Borao Baquero, formado desde niño en el club colorao, debutó en Primera División al pasar en julio de 1990 a formar parte de la primera plantilla del Real Zaragoza que entrenaba el técnico uruguayo Ildo Maneiro, plantilla a la que también se incorporaron aquel año leyendas como Xavi Aguado y Gustavo Poyet; o que el Gallur, en el verano de 2012, en una decisión muy controvertida, renunció a jugar en Preferente tras la retirada del Alcampell.

Mención aparte merece la reseña que Paco Giménez hace en el libro de la inauguración de la Peña Zaragocista Zaragallur el 10 de junio de 2009, con la presencia del presidente del Zaragoza Eduardo Bandrés, del capitán Alberto Zapater, del jugador del primer equipo Raúl Goni y de jugadores legendarios como Canario, Cedrún y Aguado. Yo también estuve presente en Gallur aquel día, acompañando a Bandrés en mi condición de consejero del club, como amigo de Paco Giménez y porque no quise perderme ese momento histórico. Y, desde luego, está presente en las páginas de este libro el recuerdo de la trágica muerte súbita del jugador del Gallur Juan Jaqués el 19 de abril de 2015, en un partido contra el Boquiñeni. El libro concluye con unos interesantes apéndices sobre los diferentes campos que el Gallur ha tenido a lo largo de su historia, las distintas denominaciones del club, el análisis de sus escudos y el inventario de sus presidentes y entrenadores.

Pero, lo hemos dicho ya, no sólo se habla de fútbol en este libro. Se habla también de la sociedad, de la economía, de la industria y de la hostelería galluranas. Y ese recorrido por comercios, cines, bares, cafeterías, estancos, perfumerías, oficios diversos… es tan apasionante como cuando Giménez recuerda las gestas del CD Gallur. Así, van apareciendo por las páginas del libro carpinterías como la de los hermanos Lagrava o la de Adolfo Cuairán; las Conservas Roncero o las Conservas Larraz; serrerías como la de José López Verdoy o la de Mariano Moros; pastelerías (la de Justo Navarro), barberías (la de Paco Marqués), cines (el Cervantes, por ejemplo, conocido popularmente como Cine Picola, por el sobrenombre de su administrador), la Panificadora Gallurana, imprentas como la de Miguel Ángel, los Autocares Carcas, los Talleres Lostao, la Casa Roger (donde se compraban los jamones para las rifas), Comercial Zapata, la Droguería Pérez, el Crédito Agrícola del Ebro (que era el banco de Gallur) y, como era de esperar, muchos bares y cafeterías: el café El Agrario, el Club Avenida, el Casino Moderno, el bar El Volante, el bar Las Rejas, el España, el ambigú del campo de San Antonio, que se adjudicó a Ramón García…, todo lo cual forma un admirable friso de la sociedad gallurana que hace que desfilen por el libro centenares de hombres y mujeres -muchos de los cuales ya no están entre nosotros-, a los que se homenajea recordándolos con sus nombres y apellidos (como en el caso de Antonio Cajidos Liébana, que en 2001 se lanzó al río Ebro para salvar la vida de un niño que se ahogaba); que propicia que el libro evoque con amor y a veces también, por qué no, con nostalgia, tiempos pasados, que no siempre fueron los mejores pero que sí estuvieron llenos de sueños e ilusiones; y que logra que éste casi acabe convirtiéndose en una novela costumbrista con Gallur de fondo y como paisaje.

Ojalá todos los pueblos de Aragón contaran con un cronista tan riguroso, perspicaz y abnegado como Paco Giménez, que con este apasionante libro ha fijado para la historia cien años de la vida de Gallur con el fútbol como argumento y guía conductor. Sus generosos desvelos, su amor incondicional a su pueblo, merecen el mayor de los reconocimientos.

 

José Luis Melero

De la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis

Hijo Predilecto de Zaragoza

Exconsejero del Real Zaragoza