El lector incorregible

SUSANA LÓPEZ DEL TORO. Publicado en Facebook, 27 de enero de2019.

 

Bibliófilo, escritor y aragonesista (aunque no sé si en este orden); culto, divertido y sensible; y entusiasta, mucho. Una cualidad que se refleja en sus escritos, palabras, gestos y que, además, contagia. José Luis Melero Rivas es de esas personas que apetece tener cerca, porque logra subirte el ánimo y arrancarte una sonrisa o una emoción.

Leí la reedición del 2015 de su Leer para contarlo. Memorias de un biblófilo aragonés y me sentí tan identificada con sus experiencias (cuando tienes el veneno de los libros en la sangre, les aseguró que lo del tamaño “tampoco” importa), que yo ya le consideré «uno de los míos». Este viernes presentó en la siempre acogedora Librería Alberti su último libro: El lector incorregible (Xordica Editorial). Fui a verle y «el directo» no me decepcionó. Todo lo contrario. Elevó al cuadrado la impresión que me había hecho de él. Me reí tanto con lo que contaba y cómo lo expresaba, que se me desencajó la cara (no hay más que ver las fotos que me hicieron) y llegué a casa con varias arrugas que antes no tenía. Palabra. Para colmo, me enfrasqué en la lectura de su libro antes de acostarme y, a pesar de que es una recopilación de textos publicados en Heraldo de Aragón y, por tanto, inconexos, me apetecía tanto seguir leyendo a ver qué es lo que contaba en la siguiente página, que me dieron las tantas y acabé durmiendo en el sofá. Así que, a las arrugas, sumé unas ojeras que aún no he logrado borrar.

El lector incorregible recoge 120 textos con anécdotas, recuerdos e impresiones. Habla de Joyce (no se asusten, qué piensa lo mismo que usted y que yo); del «raro ilustre» Matheu; de cómo los escritores que admira no hubieran sido tan crueles como Cimoras al describir ciertos episodios tristes de nuestra historia; del soneto que San José escondió en la correa de su reloj antes de ser fusilado; de la edición pirata de Los sonetos del amor oscuro, de Lorca; de cómo consiguió sus tres dedicatorias de Alberti; de las demoledoras críticas que Baroja y Unamuno hacían de Ramón y Cajal (ríanse ustedes de los de Sálvame al lado de estos insignes escritores cuando se trata de despellejar a un tercero); de su arrepentimiento por no adquirir Los cinco metros de poemas, de Carlos Oquendo (cuántas veces he puesto en juego yo también mi matrimonio por esos deseos incontrolables del papel y, en mi caso, el miniaturismo); y de su cameo en la serie de Trueba, Qué fue de Jorge Sanz. Y habla de muchos personajes y sucesos aragoneses que, en lugar de hacerte sentir forastera, consiguen que una, madrileña de tres generaciones, desee haber nacido en Zaragoza.

Melero no lo sabe, pero su libro también es interactivo. A mí, al menos, me ha hecho buscar en Google alguna imagen de Ferlosio y de Benet sonriendo (encontré sólo una del primero, y una y media, del segundo) y me ha obligado a recabar datos porque me han sabido a poco algunas de las historias que me ha descubierto.

No he dicho aún que Melero es muy amigo de sus amigos y escribe tan bien de ellos en cuanto puede, que una, egoístamente, quiere formar parte de su círculo a ver si le cae algo en algún momento. Pero claro, cuando hay algunos como Jesús Marchamalo , que es amigo de los de verdad desde hace años y, encima, le soborna con trozos de tarima de la biblioteca de Vicente Aleixandre, me pone el listón muy alto. A ver cómo compito yo con eso. Admito sugerencias. Buenas tardes.