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Melero es como un libro que contiene otros ejemplares dentro de sí mismo, es como una caja china, una matrioska, su saber literario alberga dentro de sí mismo muchas otras historias, su vida daría… …para escribir uno de los artículos en los que habla de otros, podría ser una de esos interesantes textos de El tenedor de libros, un ejemplo más de esas curiosidades que nos adentran en las apasionantes historias que rodean a los escritores, ediciones, publicaciones. Hay algo en él algo similar a la novelas que en su trama presentaban la idea de los libros que estaban vivos en la memoria de quienes tratan de preservarlos del fuego de la intolerancia, del olvido o de la ignorancia, como así acontece en Farenheit 4051, en la que para salvarlos del fuego había quienes se los aprendían de memoria, José Luis Melero es ese hombre que pasa a ser memoria viva, que con su obra, salva del fuego del olvido a todas aquellas historias apasionantes sobre escritores, novelas, poemarios, que si nadie las preservara se quemarían en la nada del tiempo. Sabe captar ese instante de eternidad que habita en cada ejemplar, hasta en los más pequeños, los más desconocidos. Es la otra historia de las novelas, poemarios, también de los autores, de sus vidas, que su hábil pluma la hace literatura de dichas obras (son relatos sobre estos menos conocidos, pero tan relevantes como lo que el canon ha fijado como centro). Aunque según nos comentó en la presentación en Zaragoza, considera que lo que él sabe son cosas menores, no estoy de acuerdo, es tan apasionante la poesía de Gil de Biedma como la confesión de sus amoríos con la única mujer de la que se enamoró, Isabel Gil Moreno de Mora, emparentada con la reina Fabiola. Si la poesía de Biedma era una biografía espiritual atormentada, de la misma manera lo es su literatura, en la que cuenta sus padecimientos. Si bien estos son hilarantes, tal y como los relata, el humor es una forma de huir del dolor y de las obsesiones, estas últimas dominan al autor y a los que amamos lo libros, sufrimos su misma patología, la enfermedad del amor a la lectura, que tal vez debería llamarse el síndrome de Don Quijote. Nos muestra la biografía del dolor introspectivo, de sus tormentos, pero lo hace con un humor casi cervantino, así sucede en la historia en la que acude a una vivienda gitana, en el viaje es zarandeado, no tiene asidero, ya que hay así más espacio para que este vendedor cargue libros y los lleve al rastro. En el hogar de estos la limpieza brilla por su ausencia, le invitan a comer huevos fritos, tras alcanzar los cotizados “códices” nos confiesa que se hubiera comido el huevo e incluso la furgoneta llena de mugre. También me interesa el relato sobre el diario que compró de un ciudadano desconocido, en él se hallaban sus impresiones sobre el hambre la posguerra, sus emociones afectivas, la intimidad de que le quedaba poco de vida porque le habían diagnosticado una enfermedad terminal y debía aprender a afrontar su destino, es la historia revelada de alguien desconocido, pero que tal vez puede ser la voz de muchos otros que vivieron en aquella época, es una especie de Juan Nadie real similar al personaje cinematográfico creado por Frank Capra, que pasó a ser el desconocido que se convirtió en la voz de todos los hombres comunes, de los anónimos, la personificación en un solo individuo del concepto unamuniano de la intrahistoria. Si es un libro sobre libros, también lo es de libreros, de lugares donde adquirir estas joyas, de colecciones privadas, en librerías de viejo míticas. Hermosa, curiosa y poética es la historia de The Bloosmbury bookshop, fundada por Teresa Chilton, que había trabajado en la librería de Eva Collet Reckitt, mujer que había sido espía y librera. Teresa se enriqueció vendiendo una primera edición del Ulises que había comprado por poco dinero. Su librería era de las más pequeñas del mundo, el gran poeta Philip Larkin era uno de sus clientes habituales, Muhamad Ali entró a comprar un ejemplar de su biografía y lo tuvo bastante complicado para poder entrar. El autor se cuela hasta en las reuniones, en las bases fundacionales de la Orden de Caballeros de Don Juan Tenorio (casi con la intriga de una logia). Su comendador era Pepín Bello y para ingresar en esta orden se debía saber el candidato quince versos de la obra teatral que daba nombre a dicha asociación. Se inventaron un premio que ganó Juan Benet con El burlador de Calanda, en la que un Don Juan anciano pedía al burlador de Calanda que enamorase a su hija para así evitar que está cayese rendida a la seducción de un marinero zangolotino A Pepe Melero, que fue casi el testaferro del Nike, Manuel Pinillos le introdujo a los miembros que quedaban del grupo tras la muerte de Miguel Labordeta, poeta al que admira y del que en su colección bibliofílica se puede encontrar una copia deSumido 25 (agradecido le quedaría quien aquí escribe si le fuera legado este ejemplar del libro en la posteridad). Dicha obra es un referente de violencia existencial, de deseo de fundirse con el cosmos, para así apagar el fuego del dolor del vacío de las preguntas y ser uno con el silencio infinito del cosmos. De Cansinos Assens, además de ya conocida amistad con Borges, se nos relata la existencia de un diario del que se nos dice: “Aquí nos encontramos con el Cansinos más íntimo, con el más desvalido, con el que nos deja asomarnos a sus sentimientos y a su vida cotidiana, Pero también con el que nos habla de José Altabella, del librero Primitivo Lahoz, de Édgar Neville (Melero 2024: 147). Se habla de muchas historias de vidas en torno a los libros, la de la amistad de los Martínez Sierra, matrimonio que firmaba su obra conjuntamente, lo hacían con el nombre del marido como marca de su asociación literaria, ambos tenían una obra previa, pero en ese nuevo proyecto literario-empresarial: “Gregorio se dedicaría a la vida literaria, las relaciones públicas y la dirección escénica y María se ocuparía de escribir”. Tuvieron relación con Juan Ramón Jiménez, este les dedicó poemas de Ninfeas y de Rimas, publicando junto al Nobel y a otros autores en la revista Helios, que fue el referente literario del Modernismo. Jorge Gay, el famoso ilustrador, le contó al autor que su abuela, hija del registrador de Alcañiz tuvo una relación amorosa con Sender, llegando a tener una relación amorosa con este. Es también apasionante el relato sobre Gaziel, que fue un corresponsal de guerra peculiar, “hizo literatura con las sensaciones y los sentimientos que le suscitaba la guerra” (Melero, 2024: 98). Fue un personaje incómodo para ambos bandos, no pertenecía ni a uno ni a otro y cuando regresó se tuvo que enfrentar a un consejo de guerra. Se nos cuenta también algo de la existencia de Enrique Miret Magdalena, nieto de Ricardo Magdalena, erudito de teología que participó como invitado y experto en algunas sesiones del Concilio Vaticano II, el ministro de justicia lo nombró en 1982 presidente del Consejo Superior de Protección de Menores, publicó varios libros pero, se destaca su libro de memorias Luces y sombras de una larga vida, por cuyo relato desfila la historia de su familia, la pasión de su tío por los libros y su espléndida biblioteca Hay interesantes historias sobre hombres de libros en sus diferentes vertientes, libreros, bibliófilos a la caza de preciadas ediciones. Antonio Rodríguez Moñino en su obra Catálogos de libreros españoles recoge cómo nacieron los catálogos de libros, cuál fue el primero que se imprimió. El primero fue algo así como la piedra Roseta para estos apasionados de la bibliofilia, fue el de la biblioteca de Lorenzo Ramírez de Prado que alberga los libros más destacados del siglo XVI y XVII: Hay libros curiosos, recuperados de la nada del desconocimiento. Uno de los más singulares que aparecen mencionados sobre la Guerra Civil es La extraña retaguardia, recoge como fue la contienda en el Barrio de Salamanca o en la Gran Vía, donde en ocasiones, nos dice el autor: “daba la impresión de que no hubiese guerra”. Se retratan en este el mercado negro, sus noches de espías, confidentes y delatores. Son personas reales de vidas novelescas, personajes de sus propias mentiras, disfraces, capaces de traicionar y enamorarse, de vivir en la vida real algo que el mejor escritor de novelas de espionaje podría haber imaginado. Entre muchos otros, aparece Alfonso López de Letona a quien el conflicto convirtió en delator al servicio del bando contrario al suyo, era un señorito de buena familia que participó en el contraespionaje al servicio de los estalinista. Además de realizar un certero recorrido por la obra novelística de Umbral, nos sorprende con la mención de libros y publicaciones “menores del autor” que son grandes referencias literarias. “Fantasía de los tres nietos en la Aurora Boreal”, es una de estas joyas mencionadas, fue un cuento presente en una colección del concurso de relatos Hucha de oro, también se menciona su novela inicial, con la que ganó el Premio Provincia de León, una novela de adolescencia que fue reeditada en el 2023 por el Instituto de Leonés de Cultura. También cabe la erudición de la ciencia, de los libros que versan sobre esta, así se nos relata la trayectoria de Eusebio Oliver, eminente doctor que trabajó junto a Gregorio Marañón y entre cuyas amistades se encontraban Lorca, Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Alberti. Aparece Baroja y su folleto que cuenta la historia del cura de Santa Cruz, quien tomó el fusil para defender la causa carlista, el no empuñaba el arma, pero incitaba a otros a hacerlo. Al finalizar la tercera guerra carlista debió pedir perdón al papa. Tras enfrentarse con el alto mando carlista, fue perseguido por los suyos y por los liberales, huyó a Francia y terminó sus días como misionero en Colombia. La vida es un como una novela, un poema narrativo, un ensayo en el que buscar el sentido, tal vez de algo superior a nosotros que, como decían Borges y el filósofo Berkeley, imagina (escribe) nuestro destino. Melero es el hombre-libro, la memoria de ese infinito que anida en vidas, obras, libros menos conocidos que son también palabras y recuerdos que no deben morir en el desconocimiento. Gracias, Pepe, porque salvaguardas del fuego de la ignorancia y del olvido todas estas apasionantes historias bibliófilas.
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